LA RESOLUCIÓN DE CONFLICTOS COMO SISTEMA POLÍTICO
JOHN BURTON
La noción de conflicto
La manera que un conflicto se maneja está determinada por lo que se cree que es su naturaleza, esto es, por la teoría que utilizamos sobre el conflicto. Si se piensa que el conflicto está causado, por ejemplo, por la codicia o por la agresividad personal, puede ser apropiado y eficaz emplear técnicas represivas contra la parte o las partes. Por otro lado, si el conflicto está causado por algún tipo de frustración o un impulso humano irreprimible, la conducta apropiada de respuesta sería analizar la naturaleza del problema y ajustar en consecuencia el medio institucional y normativo.
La teoría de la resolución de conflicto como analítica y solución de problema se deriva de una concepción del conflicto como un fenómeno humano normal y universal. Conflicto describe una relación en la que cada parte percibe las metas, valores, intereses y comportamiento del otro como antítesis de los suyos. Conflicto abarca, en primer lugar, las relaciones entre las partes en disputa, sus percepciones y falsas percepciones, los valores compartidos y los que no lo son, y sus metas y motivaciones; en segundo lugar, el medio político, social, económico, e institucional en el que la disputa tiene lugar.
Esto implica que el análisis del conflicto requiere del estudio de las relaciones humanas en su totalidad, tanto si son conflictivas como si no lo son, porque son motivaciones y valores humanos los que están involucrados, condicionados por el medio en su totalidad (económico, político, social y ecológico) en el cual se desarrolla esta relación.
La teoría subyacente de la resolución de conflicto
Una etiología del conflicto que se ha considerado universalmente aplicable es la noción de que el conflicto se origina en la ‘agresividad natural’ de los humanos. Esta ‘agresividad natural’, sin embargo, es poco más que una etiqueta. Es menos una teoría que una actitud, que atribuye conflicto al instinto, inmoralidad o comportamiento antisocial para justificar por tanto su represión. La etiqueta no puede explicar históricamente cómo las personas se convierten en antisociales. No puede, en consecuencia, sugerir remedios distintos que la coacción.
Otra perspectiva, no menos simplista, mantiene que el conflicto es inevitable no por las flaquezas humanas, sino por la necesidad de competir por los recursos inevitablemente escasos. Esta noción malthusiana presupone la existencia de una persona incurablemente codiciosa que se diferencia en poco del individuo con ‘naturaleza agresiva’ descrito por los que apoyan la teoría del instinto. Ello subestima excesivamente la capacidad productiva de la sociedad y la habilidad de compartir de los individuos. Ello también impide la reparación.
Las cárceles están llenas y la escalada de armamento ha llegado a convertirse en demasiado costosa incluso para los países más ricos. Ahora precisamos de remedios para problemas de conflicto, basados en una adecuada explicación, no simplemente remedios intuitivos o ideológicos dictados por una utilidad inmediata.
La resolución de conflicto como solución de problema está basado en una teoría analítico-explicativa que sugiere muy diferentes explicaciones del comportamiento, y por lo tanto medios muy diferentes de tratar el conflicto. Creemos que los humanos que participan en situaciones conflictivas luchan compulsivamente en sus respectivos medios institucionales, en todos los niveles sociales, para satisfacer necesidades primordiales y universales, necesidades como son la seguridad, la identidad, el reconocimiento, y el desarrollo. Los humanos pugnan cada vez más por ganar el control de su medio, lo que es necesario para asegurar la satisfacción de sus necesidades. Esta lucha no puede ser contenida; es primordial. Esta lucha hace surgir, por lo tanto, demandas implícitas prefiriéndose la reorganización institucional a la alteración de las actitudes y al reforzamiento de la conformidad con las normas dictadas de comportamiento.
No es mi intención aquí señalar la teoría de comportamiento de las que deriva la resolución de conflicto como solución de problema; ya se recogió en otra lugar (Burton, 1979). Procede, sin embargo, una referencia a algunos descubrimientos que se han realizado en el campo del comportamiento humano gracias, en parte, a los resultados de la aplicación de los procesos de resolución de conflicto como solución de problema (Burton, 1969), y que ayudará a aclarar la teoría de resolución de conflicto.
Cuando los representantes de las partes en conflictos arraigados se reúnen en un marco interactivo y analítico, un cambio cualitativo tiene lugar en el modo en que comprenden la naturaleza del conflicto. Aunque el conflicto particular se ha definido en un principio ordinariamente como conflicto basado en intereses (por ejemplo, relativo a salarios, territorios, roles, u otra clase de temas negociables), pronto se ve con claridad que el conflicto particular está basado en valores y necesidades (por ejemplo, relativo a la defensa de la cultura, de identidad, o la reclamación de un trato igualitario).
Las disputas basadas en interés son negociables. Por definición, no son arraigadas. Nadie está dispuesto a morir por motivos salariales. La mayoría de las técnicas de arbitraje, legales, y de resolución alternativa de disputas, pueden afrontar disputas basadas en intereses si, de hecho, tienen una naturaleza relativamente superficial.
Las disputas basadas en necesidades, por el contrario, reflejan unas demandas que no son negociables. Valores y necesidades humanas de carácter ontológico o primordial, no se pueden canjear. La coacción suficiente en uno de los lados y la incapacidad de poder de negociación en el otro, puede llevar a la supresión, al menos temporalmente, de tales demandas y producir lo que se conoce como ‘conciliación’ de la disputa, pero no su resolución.
La relación entre necesidades básicas insatisfechas y conflicto humano es un descubrimiento reciente llevado a cabo principalmente por sociólogos que han estudiado el comportamiento desviado, pero también por abogados, consejeros y otros profesionales preocupados por las relaciones entre los individuos y la sociedad. Éste es un descubrimiento importante: socava la presunción básica en la filosofía occidental que sostiene que el individuo, aunque agresivo o acosado por la escasez, puede ser forzado a aceptar un comportamiento que le impone la élite a través de sus normas, y que la entidad social es la única entidad importante. Este enfoque debilita, en consecuencia, la noción de ley y orden tal y como ha sido concebida tradicionalmente. Sugiere que los conflictos arraigados no se pueden tratar con mediación convencional, arbitraje y coacción implícita y otros procesos no analíticos.
Especialmente interesante es un corolario a este descubrimiento. Si las fuentes de conflictos arraigados no son los intereses, entonces la escasez no es una de sus condiciones básicas. Por lo tanto, el resultado de un conflicto no tiene que tener una naturaleza de ganadores y perdedores, ya que no escasean los medios de satisfacer valores y necesidades.
En efecto, cuanta más seguridad, identidad y desarrollo experimenta una parte en el conflicto, mayores (y no menores) son las oportunidades para que otros satisfagan estas mismas necesidades. Escasez, como hecho presente, se refiere a los medios de alcanzar estas metas, pero no las hace inalcanzables; esto es, no hay una fuente inevitable de conflicto. Por ejemplo, en la lucha por seguridad, la escasez es relevante sólo en cuanto al modo tradicional de lograr esta meta, como sucede en el control de territorio o de otros recursos escasos. Resolución de conflicto descubre los fallos de tales medios para lograr sus verdaderos fines. Al ofrecer medios alternativos para alcanzarlos, se demuestra que el problema no es la escasez de identidad, reconocimiento, y otra necesidad de desarrollo, sino la selección de los medios empleados en su persecución. Los asuntos cuantitativos siguen siendo relevantes, pero sólo en el contexto de la satisfacción de las necesidades básicas cualitativas.
Activismo utópico y realismo
Esta perspectiva en la resolución de conflicto no es ‘utópica’. Un ejemplo actual de activismo utópico es la campaña a favor de los ‘derechos humanos’ como un medio de compensar algunas de las consecuencias de la injusticia social. Ello refleja el idealismo consciente de las personas que aceptan la denominada política de realismo de poder y sus consecuentes desigualdades. Es un intento de atemperar la política de poder. La realidad política, sin embargo, es que el soborno de los derechos humanos es un intento ineficaz y paternalista de compensar la denegación del reconocimiento y de otros valores y necesidades humanas. La realidad política supone que, a menos que estas necesidades se cumplan, ningún sistema puede ser estable, aunque se utilice cualquier método de coacción. El poder político no define la realidad política, sino el deseo de los individuos y de los grupos de identidad de alcanzar un desarrollo independiente.
Limitaciones en la persecución de las necesidades humanas
Deberíamos señalar algunas limitaciones aparentes en la persecución de las necesidades humanas como explicación del comportamiento.
Cuando las personas experimentan su reconocimiento como personas y tienen la oportunidad de desarrollarse, entonces no experimentan la necesidad de luchar por la seguridad buscando identidad a través de un comportamiento inusual, o bien buscando una identidad de grupo a través del ejercicio del control del medio. La realidad práctica, sin embargo, es que hay pocas personas, además de los miembros de los grupos de élite que se sienten felices. Lo más frecuente es que estos pocos privilegiados permanezcan inconscientes del abismo que les separa de lo ‘necesitado’ en el sentido en que definimos ‘necesidad’. La mayor preocupación de las élites políticas, por ejemplo, es el papel de defensa, y que requiere a los que representan un sistema represivo justificar sus posiciones calificando el fracaso personal de las personas ‘antisociales’ como crimen y rebelión. Asumen sin fundamento que esto es todo lo que separa a las autoridades de los supeditados.
Para las personas que carecen no sólo de reconocimiento sino incluso de las más elementales necesidades de existencia, la oportunidad de perseguir estas necesidades humanas se reduce seriamente. Donde tal oportunidad deja de existir, como es en el caso de ciertas áreas de Africa hoy en día, prevalece la apatía total. Las condiciones del medio pueden reducir a los seres humanos a una condición que deja poco margen para la lucha por la identidad, aparte de su reconocimiento como personas. La ausencia de una evidencia de esta persecución de las necesidades humanas particulares en tales condiciones demuestra difícilmente que no hay un elemento ontológico en el comportamiento humano; sólo demuestra que las condiciones del medio para cualquier forma de desarrollo normal no existen.
Entre estos extremos, esto es, entre aquellos que tienen ganado el reconocimiento personal y los que luchan por su supervivencia, se coloca la mayoría de los humanos, quienes a lo largo de varios etapas de desarrollo humano, realmente persiguen por cualquier medio a su disposición las necesidades básicas de seguridad, identidad y desarrollo. Es esta masa de personas, en su variedad cultural y etapas de desarrollo, la que conforma las fuentes de la mayoría de los conflictos interpersonales e intersocial, y que se nos presentan como los conflictos endémicos hacia las autoridades y todos los niveles, ya sean padres o las élites de autoridad nacional.
Los pensadores tradicionales se han interesado enormemente por esta inadecuación del ser humano común, y la necesidad, por tanto, de los sistema de control de la élite, incluido los controles por medios coactivos. Una visión alternativa es la idea de que la armonía social se basa en la eliminación de las barreras en el desarrollo del individuo, y la facilitación de oportunidades para tal desarrollo. No se trata de si los individuos son ‘buenos por naturaleza’ o ‘naturalmente agresivos’: los individuos son naturalmente necesitados, y sus necesidades básicas pueden satisfacerse en el mundo real de las relaciones políticas y sociales.
La práctica de la resolución del conflicto
La práctica de la resolución de conflicto como solución de problema, se deduce de la teoría del conflicto como una respuesta universal a necesidades frustradas. La práctica implica aportar oportunidades para las partes: primero, analizar las relaciones para generar una definición exacta de los problemas en términos de motivaciones y necesidades humanas; segundo, valorar los costos de políticas y metas una vez que se cuenta con información completa de todos los aspectos de la disputa, incluidas las motivaciones y valores de los lados opuestos; y tercero, descubrir las posibles opciones disponibles una vez que se ha analizado el conflicto y todos sus elementos.
En resumen, esta concepción de resolución de conflicto es útil para hacer una distinción entre ‘resolución’ y ‘compromiso’. Lo primero, denota un resultado que se autoafirma y es estable porque soluciona el problema de la satisfacción de todas las partes a largo plazo. Lo último, describe un resultado que no cubre necesariamente las necesidades en juego, pero el resultado se acepta provisionalmente gracias a la jurisdicción de los tribunales, gracias al poder de negociación de la parte opuesta, o por algún tipo de fuerza ejercida por los oponentes o bien por una tercera parte.
Esta concepción es análoga a la distinción entre ‘problema’ y ‘rompecabezas’. Un problema se puede resolver, si acaso, sólo a través de considerar todas las variables sea cual sea su grado de complejidad, pero es posible transformar un problema en un rompecabezas (o una situación donde se conocen las respuestas) tan sólo ignorando variables significativas. Esta clase de transformación se da cuando la policía actúa para reprimir disturbios: se puede ignorar temporalmente la fuente del disturbio a través de la represión. Sin embargo, como este problema no es tan sólo un rompecabezas, permanece sin resolver.
Las prácticas y procesos de la resolución de conflicto analítico y como solución de problema, como sucede con la teoría de la resolución de conflicto, tiene un carácter universal. Son relevantes a todos los niveles de la sociedad, y, por tanto, tienen potencialmente la capacidad de ordenar un poco lo que en el presente es un campo confuso con diferentes planteamientos, la mayor parte de ellos inadecuados. Además, esta abierta concepción de conflicto y de resolución de conflicto como solución de problema implica que son potencialmente resolubles un amplio espectro de problemas. Comportamientos desviados de todo tipo, adicciones a drogas y problemas asociados a ello, violencia callejera, control de armamento, y planes de reconstrucción para lograr el control de armamento, son problemas que entran en el campo de la resolución de conflicto.
Hemos cometido un error al tratar el comportamiento del conflicto como una clase diferente de otros comportamientos. Como comportamiento ‘desviado’ se debe analizar para su comprensión con el mismo aparato analítico utilizado en el análisis del comportamiento ordinario (Box, 1971), por lo que debemos analizar el denominado comportamiento de conflicto en el mismo marco teórico que cualquier otro problema de relación humana.
Institucionalización de la resolución del conflicto
El fracaso de los medios tradicionales de control social, los costos de los fracasos especialmente en el nivel internacional, el mayor discernimiento sobre la naturaleza del comportamiento humano, y la difusión del conocimiento a través de las modernas tecnologías, están aumentando exponencialmente.
Quizá como una reacción al fracaso, quizá como un resultado del mayor conocimiento y comprensión de los comportamientos humanos y de las relaciones sociales, la resolución de conflicto analítica y como solución de problema se está institucionalizando como parte de procesos sociales día a día en sistema sociales. Los procesos de resolución de disputa alternativa se han modificado para tener en cuenta las realidades de las dimensiones humanas (Moore, 1986); los problemas comunitarios se están tratado con procedimientos locales informales (Shonholtz, 1987); administraciones se encaminan hacia procedimientos de resolución de disputas (Administrative Conference of the United States, 1987); y hay nuevas iniciativas en “diplomacia de segunda vía”, o “Track 2” (Foreign Service Institute, 1987) en la más amplia sociedad global.
El conocimiento de resolución de conflicto se promoverá más según se desarrolle como una disciplina unidisciplinaria. Es una disciplina unidisciplinaria porque, a diferencia de economía, derecho, sociología u otras disciplinas del comportamiento, cada una de las cuales es abstracta y se configuran como un modelo parcial del individuo (“el hombre económico”, el “hombre legal”, etc.) resolución de conflicto considera el ser humano en su totalidad, abarcando personalidad y diferencias culturales, y tratando con la persona en la sociedad total, abarcando diferencias del sistema.
Para tratar con conflictos arraigados, hay una necesidad de procesos más sofisticados que los ofrecidos por tribunales o tribunales alternativos. Estos procesos se pueden aprender en poco tiempo (Burton, 1987). Lo que no se puede aprender sin un estudio extenso son los múltiples aspectos del comportamiento humano, de los cuales la tercera parte en el conflicto debe ser consciente si se pretende una resolución del conflicto, y no un acuerdo o compromiso.
Estos aspectos del comportamiento humano incluyen, además de las teorías de las necesidades humanas y valores, las zonas principales de la teoría de la ciencia social, como son las teorías sobre la toma decisión, el comportamiento de rol, las instituciones, funcionalismo, cambio y otras muchas que son parte central de varias disciplinas. Debe recordarse, sin embargo, que todas ellas han evolucionado dentro del marco de la filosofía tradicional. Todo debe reconsiderarse a la luz de un mayor conocimiento del comportamiento humano y reinterpretarse de acuerdo con una filosofía que no trata la persona compleja como un modelo simplificado con el propósito de construir teorías dentro de una disciplina particular.
Profesionalismo y ética
El papel positivo de la resolución de conflicto como solución de problema, y la predicción optimista del futuro, está totalmente en consonancia con las tendencias a largo plazo de evolución hacia unas relaciones menos coactivas entre instituciones e individuos. Sin embargo, la tendencia no evolucionaria es una línea resbaladiza. A avances en el conocimiento le sigue con frecuencia reacciones de aquellos que consideran que ello pudiera perjudicarlos.
Los procesos de resolución de conflicto son eficaces sólo porque incluyen la valoración de los costos de las opciones como un elemento primordial. Un análisis exhaustivo de sus situaciones permite a las partes predecir con exactitud las consecuencias de sus comportamientos y el de las instituciones que intentan preservar o cambiar. Predicciones bien fundadas pueden conducir a valoraciones realistas de políticas y de sus consecuencias.
Hay dos influencias que conducen a desviaciones de una transición relajada hacia sistemas de mayor armonía en cuando a las relaciones. Primero, aunque los procesos de solución de problemas analíticos permiten una valoración exacta de las consecuencias de las políticas, hay intereses a corto plazo, especialmente intereses de rol, que con frecuencia conducen a comportamientos que van en contra a largo
plazo de la racionalidad. Contamos con muchos ejemplos de decisiones políticas que se han tomado para lograr ventajas a corto plazo, incluso a grandes costos de vidas y de estabilidad social y económica. Estas decisiones no fueron tomadas subordinadas a ningún proceso de solución de problema, pero sugieren la magnitud del problema. Hasta que los procesos políticos no se desvíen de intereses defensivos a corto plazo y se reconducen a intereses sociales a largo plazo, el conflicto es inevitable. La pregunta permanece abierta sobre si procesos de resolución de conflicto pueden aceptarse dentro de sistema políticos dominados por partido o interés.
Segundo, siempre existe el peligro de que las élites que controlan los procesos de toma de decisión se aprovechen para lograr ventajas de este proceso. Ya hay evidencia de que esto está sucediendo (Amy, 1987).
Estas dos influencias apuntan a la necesidad del profesionalismo en la conducta de los procesos de resolución de conflicto. Por ello es necesario un entrenamiento adecuado de los facilitadores en resolución de conflicto; no tan sólo en el proceso, sino en una disciplina de estudio del conflicto y la resolución de conflicto, probablemente la formación más exigente y desafiante de todas. Esta formación debe inculcar un conocimiento serio de las obligaciones éticas impuestas al facilitador de resolución de conflicto. El propósito de facilitación consiste no sólo en evitar la coacción patente sino evitar la coacción latente del compromiso, de los pactos de poder y de la negociación. En efecto, el enfoque analítico busca hacer irrelevante el poder en todas sus formas, sustituyéndolo por la evaluación de las consecuencias del uso del poder en situaciones en que valores y necesidades, que no pueden ser ni comprometidas ni canjeadas, están en juego.
Comentario final
Las entidades de toma de decisión, como instituciones locales, parlamentos, y tribunales, son el fundamento de todos los sistemas modernos de gobierno. Tanto los estados en desarrollo como los desarrollados están fracasando en asegurar el control social interno y las relaciones pacíficas externas. El conflicto, el conflicto serio, es casi universal, lo que genera e incrementa el peligro de catástrofe. ¿Es la resolución de conflicto un antídoto positivo a los procesos negativos de control autoritario? ¿Es la resolución de conflicto no sólo un medio de tratar un conflicto concreto, sino una filosofía política por derecho propio, y un sistema político de control social, democrático en un sentido fundamental? Tenemos razones para creer que éste es el caso.
Cita parcial del artículo publicado en: